El lado invisible de la cocina: burnout en la hostelería
Trabajar en hostelería es una vocación. Detrás de cada plato bien ejecutado, de cada sala bien organizada, de cada experiencia redonda para el cliente, hay horas de esfuerzo, disciplina, creatividad y entrega. Pero también, cada vez más, hay una realidad que cuesta decir en voz alta: estamos agotados.
Durante las últimas semanas he tenido la oportunidad de conversar con profesionales del sector en diferentes ciudades de España. Cocineros, camareros, encargados de barra, jefes de sala, gestores de restaurantes. Todas las voces apuntan a un mismo fenómeno que ya no se puede ignorar: el burnout —ese agotamiento físico y emocional que no solo mina la salud, sino también las ganas de seguir en este oficio.
Un problema estructural, no individual
Muchos todavía piensan que el burnout es un problema del trabajador. Que se trata de “falta de aguante” o de “no estar hecho para este ritmo”. Pero la realidad es que se trata de un problema estructural.
Las jornadas interminables, la presión por mantener estándares cada vez más altos con equipos reducidos, la escasez de personal cualificado, la poca conciliación entre la vida laboral y personal, y la cultura del “sacrificio como norma” están generando un entorno laboral insostenible para muchos.
En mis conversaciones con colegas, una frase se repitió varias veces:
“Siento que ya no disfruto lo que antes me apasionaba.”
Y eso, en una industria que se mueve por vocación, es alarmante.
El caso del cocinero migrante: doble presión
Como cocinero peruano trabajando en España, también he vivido lo que implica adaptarte a otro país, abrirte camino en cocinas nuevas, aprender el idioma del mercado sin perder tu propia identidad culinaria. A eso se suma la presión por “demostrar” constantemente, por no fallar, por estar siempre al nivel. Es un desgaste doble: físico y emocional.
Muchos cocineros migrantes, especialmente de Latinoamérica, hemos aprendido a aguantar más de lo debido, a normalizar el estrés, el maltrato verbal o la falta de pausas. Pero esta normalización está pasando factura. Y la factura se paga con salud, motivación, e incluso con abandono de la profesión.
¿Qué podemos hacer desde la gestión?
Este artículo no busca criticar por criticar. Busca poner sobre la mesa una realidad que los gestores de negocios de hostelería ya no pueden seguir ignorando.
Desde la gestión se pueden implementar cambios reales:
- Revisar los turnos y los descansos: La rotación excesiva o las dobles jornadas no deberían ser el estándar.
- Fomentar la comunicación y el liderazgo empático: Los equipos que se sienten escuchados y valorados rinden mejor y duran más.
- Ofrecer formación emocional y no solo técnica: La inteligencia emocional también se entrena, y es clave en entornos de alta presión.
- Promover entornos diversos y seguros: La inclusión de culturas, géneros y generaciones fortalece los equipos.
La hostelería necesita seguir siendo un lugar donde se pueda crecer, no quemarse.
Buscando nuevos caminos
Yo mismo me encuentro en una etapa de búsqueda. Después de varios años de trabajo continuo, estoy en busca de un nuevo proyecto que apueste por una gestión más sostenible, donde la excelencia no esté reñida con el respeto por los ritmos humanos.
Porque sí, se puede tener una cocina rentable, creativa y dinámica sin dejar a los equipos al límite. Porque el talento no solo se atrae con buenos sueldos, sino también con buenos liderazgos.
No hay éxito empresarial sin bienestar humano. La hostelería tiene una oportunidad única de transformarse desde adentro, si tenemos el valor de hablar de lo que nadie quiere ver y de actuar en consecuencia.